Vogue World 2025: cuando la pasarela se hizo película

Vogue World 2025: cuando la pasarela se hizo película
Dayana Arreola
Allí donde el cine inventó los arquetipos de la belleza, Vogue montó su propio altar contemporáneo.

La moda —esa maquinaria que fabrica deseo, códigos y símbolos— pocas veces se conforma con ser ropa. Su materia prima no es la tela, sino la imagen. Por eso Vogue World: Hollywood 2025, celebrado en el lote de Paramount Studios en Los Ángeles, no fue solo un desfile: fue un ritual de poder cultural, una misa del glamour oficiada en el epicentro del mito visual más grande del siglo XX.

Que haya ocurrido en Hollywood no fue casualidad. Allí donde el cine inventó los arquetipos de la belleza, Vogue montó su propio altar contemporáneo. Lo que en principio parecía un espectáculo para mostrar colecciones, terminó siendo una declaración sobre la interdependencia entre moda y mito: la pasarela como remake, el cuerpo como guion, el vestido como historia.

La verdadera genialidad del desfile fue su estructura cinematográfica. Vogue World dividió su pasarela en siete actos, cada uno inspirado en géneros o épocas del cine:

1. Hollywood Glamour: Celebraba la Edad de Oro del cine, con referencias a películas como Moulin Rouge y The Great Gatsby, evocando la elegancia clásica y el glamour atemporal.

2. Los Renegados: Homenaje al cine rebelde, con iconos de películas como Edward Scissorhands o The Matrix, donde la moda encarna la irreverencia y la transgresión.

3. Heroínas Históricas: Inspirado en dramas de época como Barry Lyndon, destacando cómo el vestuario puede narrar poder y posición social.

4. El Verano del Amor: Evocaba las décadas de los 60/70, con música, activismo y estilo libre, mostrando la moda como símbolo de revolución y libertad.

5. La Vanguardia: Mirada hacia lo experimental, lo que rompe géneros y desafía convencionalismos, con referencias a Orlando y Velvet Goldmine.

6. Afrofuturismo: Celebración de la identidad negra y la narrativa visual futurista, inspirada en Black Panther y Malcolm X.

7. Nuevo Mundo: Una visión de futuro y exploración, con referencias a Dune y The Revenant, mostrando la moda como laboratorio de imaginación y nuevas posibilidades.

Esa mezcla intergeneracional funcionó como conjuro. Ver referencias que iban desde Breakfast at Tiffany’s hasta Black Panther fue entender que la moda y el cine comparten la misma gramática visual: el plano, la pose, la narrativa del deseo. La pasarela se volvió una pantalla viva.

Y aquí viene el giro perfecto: los modelos no caminaron, interpretaron. Hubo bailes, coreografías, interacción con el público. Cada pase tenía ritmo propio, emoción propia. No era la típica pasarela donde todo se siente calculado al milímetro; era una escena de película en movimiento.

Y había variedad de cuerpos, estilos, caminatas. No el molde homogéneo que suele dominar la alta moda, sino gestos distintos, diferentes maneras de ocupar el espacio. El glamour no venía de la perfección, sino del carácter. La belleza, al menos por una noche, volvió a ser actitud, no proporción.

Para entender el peso de ese desfile hay que mirar atrás. Vogue nació en 1892, pensada como un semanario para la alta sociedad neoyorquina. Pero a lo largo del siglo XX, la revista se convirtió en la enciclopedia visual de la moda moderna. De los retratos en blanco y negro de las debutantes al poder editorial de Anna Wintour, la historia de Vogue es también la historia de cómo se nos enseñó a mirar.

Cada década tuvo su musa, su portada icónica, su silueta definitiva. Y Vogue World 2025 condensó todo eso en un solo espectáculo: el archivo convertido en performance. Fue la revista saliendo de sus páginas, expandiéndose en 3D, mezclando pasado, presente y proyección futura.

Hollywood sirvió como sitio arqueológico: el lugar donde los íconos del cine se convierten en patrones de estilo y donde la moda busca legitimidad al apropiarse de ese legado. En el desfile, los clásicos no se veneraron: se remixearon. Las referencias eran antiguas, pero la energía era actual.

Hubo algo profundamente conmovedor en ver cómo las décadas se encontraban sin competir. La música, las luces, los gestos, las texturas... todo narraba la idea de que la estética también puede ser memoria colectiva. Lo que para algunos fue nostalgia, para otros fue descubrimiento.

Y ahí estuvo la verdadera revolución: la moda, que siempre corre tras la novedad, se detuvo a dialogar con su propia historia. La temporalidad dejó de ser lineal y se volvió circular: todo puede volver, todo puede re-significarse.

Nosotras —la generación que creció entre pantallas, memes y filtros— lo entendimos al instante. Porque vivimos de remixar: vestimos vintage con sneakers nuevos, mezclamos referencias, jugamos con los símbolos. Vogue World nos habló en nuestro propio idioma: la ironía del archivo que se actualiza sin pedir permiso.

Lo que Vogue World 2025 probó es que el glamour no es sólo brillo, sino gramática: una forma de organizar lo que sentimos, lo que admiramos y lo que queremos ser. Es un lenguaje que todos entendemos, aunque no siempre sepamos hablarlo.

Y cuando esa gramática se pone en escena —cuando las películas se convierten en trajes, los desfiles en coreografías y el lujo en símbolo compartido—, la moda deja de ser industria y se vuelve historia.

Porque al final, más que las prendas o los nombres, lo que recordamos es la escena: la coreografía donde el glamour se hizo ritual, donde la pasarela fue una película sin créditos y todxs, por un instante, fuimos protagonistas.

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