Las lesbianas de oro

Recientemente ha surgido un escándalo dentro de la comunidad sáfica tras la noticia de que tres referentes (Fletcher, Jojo Siwa y Billie Eilish) están actualmente saliendo con hombres. El debate gira en torno a qué significa ser “una lesbiana de verdad” y ha desatado una ola de odio sumamente desinformada hacia las llamadas “falsas lesbianas”. En estos casos, hay muchos puntos que considerar antes de tomar una postura.
Yo, aunque personalmente no estoy de acuerdo con ninguna postura, soy fiel a la idea de que los ataques de odio nunca son necesarios ni la forma correcta de apropiarse de una narrativa. Lo cierto es que son tantas las cosas que hay que tomar en cuenta, que simplemente no hay una respuesta correcta en este caso.
Primero lo primero, es sumamente importante entender que la orientación sexual no es una categoría fija. Científicamente se define como la forma en que una persona siente atracción emocional, afectiva y/o sexual hacia otras personas. Socialmente, es un espectro fluido que se construye a través de actos, deseos y normas sociales que vamos aprendiendo y repitiendo.
Existe una herramienta creada en 1948 por Alfred Kinsey con el fin de explicar el comportamiento sexual del ser humano. Es una escala que va del 0 al 6: el 0 representa la heterosexualidad exclusiva, el 6 la homosexualidad exclusiva, y los números intermedios muestran diferentes combinaciones o grados de atracción por ambos sexos.
Y aunque esta escala ya es antigua —y un estudio actual sería mucho más amplio que solo seis números—, sigue siendo relevante porque rompió con la idea de que solo existían dos opciones. Demostró, con entrevistas y datos, que muchas personas tienen experiencias o deseos que no encajan en categorías fijas, además de que la sexualidad es fluida.
Dicho esto, las “etiquetas” claro que no dejan de ser valiosas: no solo dan una sensación de comunidad, también nombran y visibilizan distintas orientaciones sexuales. Porque lo que no se nombra, no existe.
Regresando al tema principal, que no deja de darme vueltas en la cabeza, me cuesta ver a toda una comunidad poniéndose el pie entre sí, humillando a otras mujeres por no cumplir con sus expectativas sobre cómo se debe vivir el lesbianismo. Sin embargo, la representación sí es sumamente valiosa, y los medios tradicionales nos guste o no siempre buscarán contar historias que se inclinen hacia la heteronormatividad. Porque, seamos honestas, ¿cuántas veces hemos visto que se celebre o admire a una mujer por vivir su sexualidad libremente, en lugar de intentar hundirla?
Y sí, es profundamente triste que al final del día, la historia que se repite es la de “una mujer siempre estará mejor con un hombre a su lado”. Por supuesto que eso no es cierto. Este tipo de narrativas hacen un daño enorme a la comunidad lésbica, fomentan la heteronormatividad y la lesbofobia, y promueven la falsa idea de que “ser lesbiana es solo una etapa”.
Sin embargo, creo que es importante cuestionarnos, como comunidad, si queremos impulsar voces que informen, inspiren y representen el mundo que soñamos, o si vamos a seguir reforzando el miedo y castigando a quienes se atreven a vivir su sexualidad en libertad.
