Salsa macha y orgullo nacional

En México, lo de afuera no sobrevive si no se mexicaniza.

Si algo sabemos hacer en México es apropiarnos de lo que viene de fuera y darle nuestro propio giro. No importa si es sushi con chipotle, pizza con pastor, ramen con limón o hasta los macarrones con Valentina. Nada se salva del toque nacional. Y, la neta, ¿por qué debería salvarse?

Ahora Shake Shack se suma a esta tendencia con su nuevo menú de salsa macha, en colaboración con Expendio de Contramar. Una cadena de hamburguesas gringa que, de pronto, decide que el sabor ahumado, picante y orgullosamente mexicano es lo que sus productos necesitan para conectar aquí. Y no se equivocan.

La salsa macha es mucho más que un topping: es identidad embotellada. Es el recordatorio de que nuestra cocina no solo tiene tradición, sino también una capacidad infinita de adaptación. Porque así como convertimos el arroz chino en arroz “a la mexicana” con verduras y cubitos de caldo, o el sushi en un festival de aguacate y mango con chilito, también las hamburguesas se vuelven nuestras cuando las hacemos arder con el picor que tanto amamos.

La pregunta es: ¿es necesidad, orgullo o simple costumbre? Tal vez sea todo al mismo tiempo. La necesidad de reconocernos en la comida que consumimos, el orgullo de decir “esto también lleva chile porque aquí así se come”, y la costumbre de que ningún platillo está completo si no tiene un toque que nos recuerde a casa.

Lo que hace Shake Shack con su salsa macha no es otra cosa que aceptar la regla no escrita: en México, lo de afuera no sobrevive si no se mexicaniza. Y a veces, eso significa que la gastronomía global tiene que rendirse al picante, al limón y al ingenio de quienes no soportamos que la comida se quede insípida. 

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