Todos los días, todo el día

Todos los días, todo el día
Mariana Lara
Mientras las voces de Milton y Emilio resplandecen amplificadas por la pasión de los fans que corean cada verso como si fuera suyo, Mike, el cerebro musical del trío, teje una atmósfera que oscila entre la introspección y la euforia.

“Escucha mi voz”, suena la primera línea de “Siento Que Merezco Más” en el Palacio de los Deportes, y el rugido de más de 19 mil almas responde como un eco intenso. Así arrancó Latin Mafia la última fecha de su gira Te Odio y Te Extraño Mucho en la Ciudad de México. El trío de hermanos, Mike, Milton y Emilio de la Rosa, no solo llenó el icónico Domo de Cobre en formato 360°, sino que lo transformó en algo más íntimo, casi como esas fiestas que terminan de madrugada entre amigos, donde, con un par de copas encima, se sueltan los sentimientos más profundos.

Y qué manera de hacerlo: con una energía desbordante, una mezcla de géneros que desafía etiquetas, y un vínculo con el público que trasciende el escenario. Desde el primer acorde, Latin Mafia se entrega sin reservas. Elegir abrir con “Siento Que Merezco Más”, una canción cargada de introspección y autoafirmación, no es coincidencia. Habla de aceptación, de sanación, de mirar de frente a las inseguridades. En ese momento, los hermanos se vulneran frente a su público, y la respuesta es inmediata, los fans gritando hasta quedarse sin voz se vulneran con ellos en una especie de confesión compartida.

Mientras las voces de Milton y Emilio resplandecen en el Palacio, amplificadas no solo por las bocinas, sino por la pasión de los fans que corean cada verso como si fuera suyo, Mike, el cerebro musical del trío, teje una atmósfera que oscila entre la introspección y la euforia.

Con el escenario al centro, el Palacio se convierte en algo más que un venue: se vuelve un espacio sin barreras, donde artistas y fans se reflejan. La gente canta, baila, llora, ríe, se abraza e incluso aprende a hacer un mosh pit guiados por los hermanos. Es un concierto raro, distinto, como si Mike, Milton y Emilio nos prestaran por unas horas un pedazo de su vida. Nos invitan a su mundo: uno donde el amor, la pérdida y la resistencia se cruzan en cada beat. Canciones como “Julietota”, “2:12” o “Sentado aquí” desatan una locura colectiva; mientras que otras como “Vivo si me exiges” o “yo siempre contesto” provocan lágrimas que nadie intenta ocultar.

Y es que Latin Mafia no solo hace música; crea momentos que se sienten. Su debut discográfico, Todos los Días Todo el Día, es la columna vertebral de esta gira. No es solo una colección de canciones: es una narrativa que recorre los altos y bajos de la experiencia humana. Entre trap, reggaeton, R & B, hip hop y pop latino, el trío rompe con cualquier molde. Escuchar ese disco en vivo es como leer un diario íntimo a todo volumen: tiene beats que te hacen moverte, pero también letras que te obligan a mirarte sin filtros.

Lo que hacen se siente fresco, necesario. En un género que muchas veces evita ir al fondo, ellos apuestan por lo contrario: hablar de salud mental, del duelo, de lo que duele cuando no te quieren como tú quieres. Y hacerlo con sonidos que van del reguetón a la cumbia rebajada sin perder identidad. Es una propuesta que, más que valiente, es honesta. Y esa honestidad es lo que los hace tan potentes.

No se olviden nunca de sentir. De sentir todo: querer, amar y odiar. De eso se trata la vida”. Lo dijeron antes del cierre con “Ruido”, una canción que incluye la voz de su abuela Guadalupe y que se volvió uno de los momentos más intensos de la noche. Justo ahí, cuando el público alzó un cartel que decía “Todos los días todo el día, gracias Latin Mafia”, el Palacio entero se convirtió en un abrazo. Un homenaje a su abuela, sí, pero también a esa conexión única que construyen con su audiencia. El silencio reverente antes del estallido de aplausos fue un instante suspendido, como si todos necesitáramos guardar ese recuerdo en la memoria. Ahí, en medio del silencio y los aplausos, lo que quedó fue eso: la certeza de sentirnos acompañados.

La energía del lugar era brutal, como una corriente eléctrica. Cada beat hacía temblar las gradas. Cada cambio de ritmo era un nuevo golpe emocional. Reías, llorabas, bailabas. Y al final, te ibas con el corazón un poco más liviano.

Latin Mafia no dio un concierto; abrió una grieta en el tiempo. Una noche donde el beat y la emoción caminaron de la mano, donde cantar fue también soltar. Al salir del Palacio, algo había cambiado. No sabías bien qué, pero lo sentías: en el pecho, en los pies cansados, en la cabeza todavía zumbando. Esa es la clase de noches que no se olvidan. No porque sean perfectas, sino porque se sienten reales. Porque por unas horas, todos, ellos y nosotros, nos atrevimos a estar presentes. Todos los días, todo el día.

audio-thumbnail
Audiocolumna
0:00
/273.528