El arte también necesita sanar

El arte también necesita sanar
Marián Guzmán
 No es verdad que el sufrimiento es lo que enciende el arte. Lo que realmente lo mueve es la sensibilidad, y para sostenerla se necesita estabilidad.

El arte tiene la capacidad de sanar. Hay algo profundamente transformador en cantar, bailar, actuar, pintar o escribir, y nos conecta con lo más profundo del alma. Pero rara vez se habla de que quienes creamos arte también cargamos con nuestras propias heridas y emociones, y que muchas veces, detrás de una función impecable o una sonrisa luminosa en el escenario, hay una mente agotada, un corazón que duele o emociones reprimidas. 

Quienes vivimos del arte llevamos el alma a flor de piel. Nuestro trabajo nace de las emociones: las exploramos, las atravesamos y las usamos para dar vida a personajes. Es una experiencia profunda y hermosa, pero también puede ser muy desgastante. ¿Y qué ocurre cuando por dentro no estamos bien? ¿Qué pasa cuando la presión, el miedo, la comparación o el rechazo pesan más que la pasión? 

La salud mental en el entorno artístico sigue siendo una conversación pendiente. A menudo se espera que estemos siempre inspirados, motivados y listos. Pero somos humanos. Necesitamos pausas, acompañamiento, momentos para respirar. No significa que amemos menos lo que hacemos, sino que comprendemos que para crear desde el alma, primero hay que cuidarla.

No es verdad que el sufrimiento es lo que enciende el arte. Lo que realmente lo mueve es la sensibilidad, y para sostenerla se necesita estabilidad. No podemos seguir idealizando el dolor. Es urgente tener espacios donde pedir ayuda no sea motivo de vergüenza, donde ir a terapia no sea un tabú, donde decir “hoy necesito parar” no signifique poner en riesgo nuestros sueños. 

Porque un artista que se cuida, es un artista que puede entregarse por completo. Que puede emocionar, compartir, transformar. No desde la urgencia ni desde la herida abierta, sino desde el amor propio, la conciencia y la autenticidad. La salud mental no es un lujo, es la raíz. El primer acto de amor hacia el arte que hacemos, es cuidar de quien lo crea: nosotros. 

Nuestro cuerpo es nuestro instrumento. Dormir, comer, movernos… cuidar de él es cuidar también de nuestra mente y nuestro arte. Y también necesitamos espacios seguros donde podamos ser vulnerables, donde podamos hablar sin miedo y sentirnos sostenidos. Rodéate de personas que te sostengan, no que te juzguen. 

Yo también estoy en ese camino. Aprendiendo a escucharme, a hacer pausas sin culpa, a poner límites, a reconocer cuándo necesito ayuda. No siempre es fácil, pero cada vez que me elijo, siento que mi arte florece desde un lugar más honesto. Y mi niña interior, esa que soñaba con pisar el escenario, con cantar fuerte, con hacer del arte su hogar, me abraza en silencio y me dice: gracias por cuidarnos.

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