Sobre el principio de la no ecualización
La felicidad no solo llega, se busca. Y esa búsqueda, como la felicidad misma, rara vez es sencilla.
Comenzó a comprender que la felicidad no podía considerarse una propiedad privada que uno adquiere un día, como una herencia, y luego ya sólo tiene que cuidarla y evitar que se la roben o pierda valor. La felicidad había que descubrirla cada media hora, cada minuto, se manifestaba de forma impredecible, y en términos generales era más agotadora e irritante que agradable y tranquilizadora. (Márai, 1941)
Hace poco tomé una decisión que fue sorprendente incluso para mí misma. De repente hubo una voz adentro de mi cabeza que fue imposible no escuchar y un sentimiento en el estómago que no pude ignorar. Vinieron acompañados de una certeza absoluta. Y brinqué.
El proceso me ha enseñado muchas cosas. De mi, sobre todo. Lo más valioso: mi felicidad, mi camino, mi propósito, mi visión, son mías y es mi responsabilidad tomar las decisiones que les sean fieles. Porque sí, como escribe Sándor Márai, la felicidad se busca cada media hora, en cada decisión, en cada gesto, en cada afirmación. Se busca en un baile que no se acaba, y a veces hay que bajar los decibeles de lo de afuera para escuchar la cadencia de su ritmo. La cadencia que está alineada con el pulso de vida de cada quien, y que responde al propio propósito. Es ese ritmo el que se descubre escuchando nuestra propia voz, esa que nos hace ser nosotros mismos, y que no se equivoca.
¿Fácil? No. Ya decía un empresario famoso en una carta a sus accionistas que para mantener nuestra singularidad, lo que nos hace distintos, hay que trabajar como trabajan los cuerpos de los seres vivos en contra de las condiciones de su ambiente para mantenerse con vida: si se miden, por ejemplo, la temperatura, la acidez, o el contenido de agua en un cuerpo vivo, normalmente se encontrará que es distinta de la medida correspondiente en el ambiente. En cambio, cuando morimos, nuestros cuerpos regresan a un estado de equilibrio con su entorno.
Con esa metáfora el empresario pretendía transmitir que, al contrario de lo que la narrativa común e idealizada nos cuenta, ir contracorriente para mantenernos fieles a nosotros mismos, cuesta. A veces mucho. Y al hacerlo, la vida no se convierte necesariamente en una más fácil, pero si en una mucho más satisfactoria, más feliz.
La felicidad no solo llega, se busca. Y esa búsqueda, como la felicidad misma, rara vez es sencilla. Implica escuchar nuestra propia voz y, a veces, tomar decisiones difíciles o decir un “no” que sabemos que no será bien recibido. En ocasiones se requiere ser más amables que quien tenemos enfrente, o ser incómodamente honestos —con los demás y con uno mismo. A menudo viene acompañada de miedo e incertidumbre; otras veces solo se alcanza cuando nos permitimos sentir y ser vulnerables.
Habrá que decidir y cambiar de rumbo cuantas veces sea necesario, con las herramientas que tengamos a la mano, en una búsqueda constante. Habrá que tener bien calibrado el oído para escuchar ese ritmo interno. Pero creo que vale la pena el intento, siempre, si es el camino que nos regresa a nosotros mismos.
Manifiesto
Usar el poder de nuestra voz.
Reconocer el valor de nuestras ideas.
Opinar.
Cuestionar.
Usar la voz como un acto de presencia, de vida.
Nuestra voz tiene mucho poder. Poder poner un signo de interrogación al final de una historia. Poder quebrar los “deberías” compartidos. De emitir sonido en los silencios que parecen acordados. De hacer que una emoción sea habitada por muchos. De mover conciencias. De habilitar. De empoderar. De inspirar.
Para mí escribir siempre ha sido un acto de agencia. La reafirmación de mi rol en una sociedad que tiene muchas cosas que cuestiono. Un intento de levantar una conversación. De transmitir una emoción. De articular una idea.
También ha sido un mecanismo de fidelidad hacia mi misma. Una manera de encontrar mi voz. Un elemento de formación de identidad. Un camino hacia mi propósito.
Por eso empiezo a escribir en Morraz, con un tono más personal y menos político. Porque quiero usar mi voz, auténtica, mía. Y porque quiero ser parte de este proyecto, valioso y valiente, que busca empoderar las voces de las mujeres jóvenes.
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