No todo se supera… y eso también es amor

No todo se supera… y eso también es amor
Lucía Conchello Sandoval
No se trata de reemplazar ni de borrar, sino de entender que el corazón tiene la capacidad infinita de expandirse.

Entrevistar a Jonathan Hernández Sosa fue como abrir la puerta a una casa donde cada detalle está ahí para hacerte sentir algo. Él no solo escribe realismo mágico: lo habita, lo respira, lo vuelve sensorial.

Jonathan es un autor que construye sus novelas con una idea clara desde el comienzo. Se define como un escritor de “mapa”, alguien que necesita una estructura sólida antes de sentarse a escribir. Su proceso —muy similar a levantar una casa— comienza con la arquitectura emocional de la historia. Solo así puede sostener la intensidad con la que le gusta narrar, comenta el autor.

En su novela En caída libre, el amor sucede en tan solo seis días, aunque podrías esperar una historia “chick-flick” con ésta premisa, logra evitarlo con un equilibrio meticuloso entre pasión, heridas profundas y una conexión emocional honesta. Para él, el gran reto fue convencer al lector de que un abogado viudo, estancado en su dolor, pudiera enamorarse de una bailarina aérea del circo con la que no comparte siquiera el idioma. Y lo logra, ya que lo que conecta a sus personajes va más allá de las palabras.

Hablando de palabras, Jonathan tiene una visión muy clara: la literatura, dice, puede despertar todos los sentidos… menos la vista. Porque al leer, uno solo ve letras. Así que su misión como autor es evocar olores, texturas, sonidos. Que el lector sienta en la piel la barba de tres días de Juan Domingo o el olor a aserrín mezclado con tabaco. Que no nos quedemos meramente con los espacios que plantea con palabras, sino que las memorias de cada lector pinten parte de la historia. Que el vértigo de una caída aérea se parezca al de enamorarse. Y que esa caída se vuelva símbolo: de amor, de libertad y de riesgo.

Uno de los momentos más potentes de la novela ocurre gracias al abuelo, quien confronta a Juan Domingo con una de las frases que más resonó conmigo:

“Jamás la vas a olvidar, ni la vas a dejar ir. Las personas se quedan contigo para siempre, y a quienes recuerdas con tanto cariño no se superan, ¡no hay nada que superar, qué pendejada es esa!”

Y es justo ahí donde el autor deja clara su visión sobre el amor: no hay una sola manera de experimentarlo. No se trata de reemplazar ni de borrar, sino de entender que el corazón tiene la capacidad infinita de expandirse. Amar de nuevo no significa traicionar lo que ya fue.
En adición, hablamos del peso del linaje. Jonathan reconoce que muchas veces repetimos inconscientemente ciclos familiares —como ciertos personajes de la novela— y que solo a través de la consciencia y la decisión (y a veces con una pizca de ayuda externa) se puede romper ese círculo.

Además, En caída libre tiene algo que, al menos en mi caso, fue un regalo: me sacó de un reading slump. Se trata de una novela de capítulos cortos que te deja picado, un libro que se disfruta, que conmueve, que te abraza. Y Jonathan lo sabe. Por eso, reta a sus lectores: abre el libro donde sea, lee un párrafo y dime si no sientes algo bonito. Porque cada fragmento está pensado para transmitir, incluso fuera de contexto, ¿Funciona? Tendrás que averiguarlo por ti mismo (porque a mí sí :) )

Por último, nos compartió un adelanto de su tercer libro, una novela mucho más ambiciosa sobre una banda de rock latinoamericana que desaparece justo antes de su concierto de despedida. Como siempre, promete ser una historia distinta, pero con un sello en común: el deseo de emocionar profundamente al lector.

Jonathan Hernández Sosa escribe para sentir. Y, en el camino, logra que los demás también sintamos. Con su pluma, nos recuerda que lo más mágico está en lo cotidiano… si decidimos verlo.

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