Dios bendiga a América... y al perreo intenso de Bad Bunny

Dios bendiga a América... y al perreo intenso de Bad Bunny
Dayana Arreola
Su presencia es una victoria simbólica contra un sistema que constantemente los invisibiliza.

El Super Bowl LX de 2026 no solo tendrá un juego de fútbol americano, será una declaración de principios.La confirmación de Bad Bunny como artista principal del show de medio tiempo ha hecho que los sectores más conservadores de Estados Unidos saquen su viejo libreto de quejas, ese que siempre reza: “Esto no es lo suficientemente americano”.

Y es que esta controversia no va sobre música; va sobre quién tiene derecho a ocupar el centro de la cultura.Benito Martínez Ocasio no es un artista dócil. Es un hombre que ha usado cada plataforma —desde el perreo hasta la pasarela— para manifestar su postura política. Él entiende que, para una audiencia latina, su presencia es una victoria simbólica contra un sistema que constantemente los invisibiliza.

El espectáculo de 2026 es un guiño a los más de 62 millones de latinos en Estados Unidos y a la enorme influencia del reggaetón y el trap latino.Cuando Bad Bunny, con su característico humor, respondió a sus críticos en Saturday Night Live con un sencillo: “Si no entendieron lo que acabo de decir, tienen cuatro meses para aprender”, encapsuló perfectamente el conflicto. Su mensaje es claro: la cultura ha cambiado, y es hora de que el Super Bowl se ponga al día.

Ojo: la ola de indignación no solo viene de los columnistas de derecha en Estados Unidos. Hay otro frente de batalla, mucho más familiar: los puristas de la música. Son esas personas que tienen al reggaetón en su lista negra de “música mala” o “basura cultural.”

Estos críticos —a menudo latinos o de habla hispana— se unen al coro del rechazo, argumentando que el género es demasiado simple, repetitivo o machista. Para ellos, el Super Bowl debería haber elegido a un artista con un “legado musical más digno” o “letras más profundas.” Es la vieja y elitista pelea que intenta decirle a millones de personas cómo deben disfrutar y qué merece ser llamado arte.

Pero, como él mismo lo ha dicho con una ironía brutal: “Ahora todos quieren ser latinos, pero les falta sazón.”

Y esa sazón es precisamente lo que va a derramar en el Super Bowl: la complejidad, el color y el orgullo —sin pedir permiso— de un género que se ha convertido en la banda sonora de la juventud global. Su Halftime Show será una lección cultural: una demostración de que el mainstream global ya no habla un solo idioma ni se somete a los prejuicios de una élite musical.

Aquí no estamos hablando de si habrá un cambio de vestuario espectacular (que, como crítica de medios tiempos en mis ratos libres, analizaré con lupa), ni de si la coreografía será memorable. Eso es lo superficial.

Estamos hablando de la protesta visual y lírica que se avecina. Bad Bunny ya estuvo como acompañante en 2020, en un show que fue una oda a la herencia caribeña. Ahora, como estelar, tiene el control total para dictar la narrativa.

Su espectáculo será un tapete de guerra, donde cada look de género fluido y cada rima en español serán un acto de resistencia: una reafirmación de su orgullo boricua y latino, y del poder irrefutable del reguetón.

Para los conservadores, será el show que temían. Para la juventud y la diáspora latina, será la fiesta que merecían.

El Super Bowl 2026 nos enseñará una cosa: en el juego de la cultura, el Conejo Malo ya ganó la partida.

Al final, todas las quejas —vengan de una columna conservadora o de un snob musical— son solo ruido de fondo. No detendrán el espectáculo. Lo único que cuenta en este negocio es el rating y la conversación.

En lugar de esperar el show con ansiedad o rabia, deberíamos hacer una pausa y reconocer lo obvio: Bad Bunny ya ganó. El debate que ha provocado es más valioso que cualquier encore que pueda dar.

El Halftime Show del Super Bowl LX no será recordado solo por la música, sino por el quiebre cultural que representó. Será el momento en que el perreo se convirtió oficialmente en el idioma del Super Bowl. Y no hay editorial ni tuit de hater que pueda borrar eso.

La cuenta regresiva no es para el kickoff; es para ver a qué nuevos niveles de discusión social nos llevará esta elección.

¿Y tú? ¿Qué estás dispuesta a apostar que será el elemento más polémico de su actuación: el vestuario, los invitados o el volumen de la música en español?

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